ESCENAS DE LA NAVIDAD


11. ESCENAS DE LA NAVIDAD

Los únicos datos de que disponemos, sitúan la visita anunciadora del arcángel Gabriel a María, en la ciudad de Nazaret de la región de Galilea.

La escena se suele situar en el interior de una vivienda humilde propia del entorno. Para aportar profundidad a la escena, haremos que a través de alguna puerta o amplio ventanal de la estancia pueda verse algún paisaje rural o urbano

María llega a pasar nos días a casa de su pariente Isabel y ésa sale a la puerta a recibirla. Isabel era esposa del sacerdote Zacarías, perteneciente por tanto a una clase acomodada y respetada. Parece indicado que representemos la escena a la puerta de una vivienda no excesivamente rústica y humilde. Quizás un jardín con un porche emparrado, un pozo y algunos animales domésticos como únicos e indiferentes asistentes a la entrañable escena.

Lo más apropiado es representar la escena en el interior de un pequeño templo o sencilla sinagoga de pueblo, donde varios ancianos asistirán sentados a la ceremonia. Probablemente de pie y algo más delante destacaremos un sacerdote ante el que se encuentran María y José, que portará en su mano el cayado florecido.

En el interior de una humilde vivienda, muy abierta al exterior, podemos representar el modesto taller de carpintería del artesano José. A la puerta o en un rincón recogido de la estancia, José se ha quedado dormido y recibe en sueños la visita de un ángel que le da a conocer la obra del Espíritu en la virginal encarnación de María.


Prestemos en esta escena especial atención a la ambientación que demos al taller del carpintero, incluyendo herramientas y utensilios antiguos propios del oficio.

En esta escena debemos pretender imprimir una dulce sensación de desamparo y soledad. Presentaremos un exterior de paisaje urbano. Quizás una estrecha y sinuosa calleja desembocando en una pequeña plaza en la que, ante una puerta de posada, un posadero en actitud poco amistosa deniega el asilo a la pareja. José dialogando con el posadero y María algo apartada, esperando ansiosa el resultado de la gestión del esposo, montada en le borriquillo o quizás descansando sentada en alguna bancada.

Podemos apoyar la escena con una tenue iluminación con efectos de atardecer.

Nos aproximaremos a este ambiente representando la plaza del pueblo circundada por pequeñas viviendas y tenderetes de artesanos y comerciantes.

En el centro de la plaza, la fuente comunitaria, con mujeres portando cántaros. A un lado podemos situar la posada con viajeros entrando y saliendo. Bajo el porche de la posada o situada en sus proximidades, una mesa custodiada por soldados romanos. En ella un escribano atiende a la inscripción de los ciudadanos en el censo. En lejanía aunque solos y destacados, acercándose a la plaza, veremos a José tirando del asno que porta a María.

Construiremos un paisaje rural, quizás a la orilla de un riachuelo. Allí colocados al aire libre, protegidos junto a una pared rocosa, en un sencillo cobertizo, o bajo el cobijo de las ramas de un árbol, varios pastores agrupados alrededor de una acogedora hoguera, reciben admirados la gozosa nueva que les trae el ángel.

Colocaremos al ángel en un plano algo más elevado del terreno, procurando iluminarlo de forma que destaque claramente.

Indiferentes a la aparición, esparcidas aquí y allá, pastando apaciblemente, un buen número de ovejas y cabras

Podemos colocar una iluminación nocturna, sobre la que podemos destacar el brillo de la estrella de Belén. Podemos aportar a la escena un bello simbolismo, construyendo para ello un fondo de lejanía, en el que colocaremos un pequeño Portal iluminado.

Construida la cueva o portal, colocaremos en proximidad algunos pastores en actitud reverente, teniendo cuidado de que ninguno de ellos nos tape la visión de la escena.

Podemos colocar algunos sencillos objetos como frutos, quesos, e incluso algún corderillo, como humildes presentes ofrecidos por los visitantes al Niño Dios.

Guiados por una brillante estrella, colocaremos a los Magos y a sus servidores viajando hacia el Portal, a lomos de camellos o caballos.

Un buen efecto se consigue colocando a la caravana en un primer plano, dentro de un paisaje semidesértico con escasa vegetación. En el último plano de la escena situaremos en lejanía, un pueblecito rodeado de un paisaje más verde, hacia el que los Magos dirigen su camino.

Quizás la luz más recomendable para esta representación sea la correspondiente a un amanecer rojizo que comience a nacer por detrás del mencionado pueblito.

Podemos representar la adoración de los Magos, en el mismo escenario y cronología del Nacimiento, o algún tiempo después, instalada ya la Familia en su hogar, con el Niño algo más crecido y en entorno del taller artesano de José.

Si disponemos de grupos de servidores de los Magos, descargando sus presentes de los recostados camellos, los situaremos en el exterior de la vivienda, en un patio o explanada.

Buscaremos en la representación de esta escena, conseguir el efecto de desvalida soledad. Solos, María y José con Jesús Niño. Bien recorriendo un paisaje desértico, que podemos ilustrar con algunos restos de templos, esfinges, pirámides, o bien saliendo de un paisaje arbolado, hacia la aridez del desierto.

También podemos escenificar algún alto en el camino de la huida, amparando a los viajeros en el verde de algún oasis o buscando la sombra entre las semi derruidas piedras de algún monumento.

En zonas desérticas de elevadas temperaturas, es lógico deducir que se deba viajar en las horas del amanecer o el atardecer, evitando el calor de las horas centrales. Por eso utilizaremos una iluminación tenue en tonos anaranjados o azulados.

El ambiente que intentaremos plasmar, será similar al del Sueño de José, aunque en el taller debe notarse la presencia femenina de María y la de un Niño Jesús, ya algo crecido, que juega a aprender el oficio de José ante la amorosa y solícita presencia de los padres entregados a sus labores diarias.

Esta escena se enmarcará en el interior del lujoso templo de Jerusalén. Entre mármoles y columnas, un anciano Simeón sostendrá al Niño en los brazos, mientras José y María portando la ofrenda de dos palomas, escuchan sorprendidos la visión profética del anciano.

Volvemos a encontrarnos a Jesús en el interior del templo de Jerusalén. Contaba Jesús entonces con doce años de edad.

Se trata de representar la escena en el interior del Templo de Jerusalén, cuyo lujo y magnificencia era proverbial. Incluiremos por tanto en la decoración mármoles, oros y elementos propios de una rica construcción.

Podemos representar allí un grupo de doctores sentados en semicírculo, sobre bancos de madera o de piedra, alrededor de un gran atril sobre el que reposarán los pergaminos de las Escrituras. Junto al atril, el joven Jesús sorprende a los doctores con sus preguntas y sus conocimientos de la Ley. En un rincón de la escena, al margen de ella, próximos a una puerta que acaban de traspasar, José y María contemplan sorprendidos el protagonismo de Jesús.


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